El documental japonés «Black Box Diaries», nominado al Óscar, ha generado controversias relativas a su contenido y enfoque. Bajo la dirección de la periodista Shiori Itō, esta película relata su vivencia personal como víctima de agresión sexual por parte de Noriyuki Yamaguchi, un prominente periodista japonés. A pesar de su reconocimiento a nivel mundial y exhibición en 57 naciones, el documental ha recibido críticas en Japón por utilizar grabaciones sin el consentimiento de las personas implicadas.
Itō ha admitido estas inquietudes y ha publicado un comunicado pidiendo disculpas por el uso de material sin autorización. Se ha comprometido a alterar las partes necesarias para asegurar que las personas no puedan ser identificadas en proyecciones posteriores. En su declaración, subrayó: «En la versión más reciente se ha hecho todo lo posible para que las personas no sean identificables. Me aseguraré de realizar los cambios indispensables para las futuras exhibiciones internacionales».
Itō ha reconocido estas preocupaciones y ha emitido un comunicado disculpándose por la inclusión de material no autorizado. Se comprometió a modificar las secciones necesarias para garantizar que las personas no sean identificables en futuras proyecciones. En su declaración, enfatizó: «En la última versión se ha hecho todo lo posible para que no se pueda identificar a las personas. Haré todo lo posible por introducir los cambios necesarios para futuras proyecciones en el extranjero».
Una de las escenas más discutidas del documental muestra imágenes captadas por una cámara de seguridad del hotel donde tuvo lugar la agresión. En estas se puede ver a Yamaguchi sacando a Itō, visiblemente incapacitada, de un taxi y llevándola hacia el interior del lugar. Los críticos sostienen que estas tomas se emplearon sin el consentimiento del hotel ni de las personas filmadas. Itō defendió su inclusión, afirmando que son «fundamentales» para ilustrar la realidad de la violencia sexual y que constituyen «la única evidencia visual» de lo sucedido. Aseguró que se dio prioridad «al interés público» al decidir utilizarlas.
El caso de Shiori Itō ha sido un referente en Japón, poniendo de relieve las dificultades que enfrentan las víctimas de agresión sexual en un entorno legal y social que, tradicionalmente, ha sido poco receptivo a sus denuncias. Su decisión de hacer pública su experiencia en 2017 fue un impulsor para el movimiento #MeToo en la nación, desafiando normas culturales profundamente enraizadas que suelen silenciar a las víctimas. A raíz de su caso y la atención mediática que generó, en 2023 el Parlamento japonés llevó a cabo reformas importantes en la legislación sobre delitos sexuales. Estas modificaciones incluyeron una nueva definición de violación, eliminando la necesidad de demostrar violencia y centrándose en la falta de consentimiento, entre otros cambios.
A pesar de estos progresos legales, Itō sigue enfrentando dificultades en su país de origen. El documental no se ha exhibido en cines japoneses a causa de la polémica y las críticas ya mencionadas. Además, el agresor, Yamaguchi, no fue arrestado y únicamente recibió una sentencia civil que lo obliga a compensar económicamente a Itō. Este hecho destaca las continuas barreras que experimentan las víctimas de agresión sexual en Japón, tanto en el entorno legal como social.
A pesar de estos avances legales, Itō continúa enfrentando desafíos en su país natal. El documental aún no se ha proyectado en cines japoneses debido a la controversia y las críticas mencionadas. Además, su agresor, Yamaguchi, nunca fue arrestado y solo recibió una condena civil que lo obliga a indemnizar económicamente a Itō. Este hecho subraya las persistentes barreras que enfrentan las víctimas de agresión sexual en Japón, tanto en el ámbito legal como en el social.
La situación de Shiori Itō pone de manifiesto la complejidad de abordar temas de violencia sexual en sociedades con estructuras patriarcales y sistemas legales que históricamente han desestimado las experiencias de las víctimas. Aunque su caso ha impulsado reformas y ha generado un diálogo necesario sobre la violencia de género en Japón, también evidencia las resistencias y desafíos que persisten en la sociedad japonesa para aceptar y apoyar plenamente a quienes denuncian estos crímenes.